martes, 25 de julio de 2017

SITIO DE CHILLÁN de 1813 – 26 de julio al 3 de agosto

Por Eduardo Arriagada Aljaro - Historiador PUC.
BIBLIOGRAFÍA:
Diego Barros Arana, Historia General de Chile. Tomo IX. Santiago, Rafael Jover (Editor), 1888, páginas 139 – 145.


Mapa de Chillan de 1813

En el contexto de las campañas de la Independencia chilena y más exactamente en las del año 1813, tuvo lugar el sitio de Chillán. En esta plaza se habían refugiado las primeras tropas realistas que operaban en Chile durante ese año y el 26 de julio el Ejército patriota se puso en movimiento, desplegándose en una línea paralela al costado occidental de dicha población; también se construyó un dispositivo detrás del cual se colocaron los cañones. En la mañana del 27 de julio, los realistas pudieron contemplar todo el despliegue de los patriotas; sin embargo, esto no amilanó a los primeros. Durante esa misma mañana se hicieron tentativas de conciliación de parte de ambos bandos, las que no prosperaron. Durante dos días, los dos ejércitos permanecieron en sus posiciones, sin hacerse daño. Finalmente, el día 29 de julio, los cañones de los patriotas comenzaron a hacer fuego, el que fue contestado por los realistas. Este cañoneo duró unos tres días, sin surtir mayor efecto.


Mapa de Chillán de 1813

Todas estas operaciones sólo contribuyeron a bajar la moral de los patriotas, quienes sobrevivían en condiciones muy precarias; entonces comenzó la deserción de efectivos. Jefes militares como los coroneles Bernardo O’Higgins y Juan Mackenna eran de la idea de atacar para salvar el Ejército patriota. El general en jefe, brigadier José Miguel Carrera, apoyó ese parecer y en la noche del 2 al 3 de agosto las fuerzas patriotas se pusieron en movimiento y se colocaron en las lomas más inmediatas a la ciudad. Por su parte, Mackenna dispuso desplegar una batería avanzada sobre una altura, la cual estaba comunicada con la línea de las tropas patriotas (dicha batería quedó bajo el mando de O’Higgins). Cuando aclaró, el comandante realista Juan Francisco Sánchez, pudo observar la nueva posición del enemigo, por lo que resolvió atacarlo. De esa forma, se empeñó el combate, el cual se sostuvo por cerca de una hora, pero sin decisión alguna; no obstante lo anterior, los patriotas que defendían la mencionada posición sufrieron dolorosas pérdidas. El resto del Ejército patriota observaba el combate desde su línea, esperando una acción general.

Los coroneles Juan Mackenna y Luis Carrera tomaron cada uno un destacamento de cuatrocientos hombres y avanzaron, el primero por la derecha y el segundo por la izquierda, con el fin de rodear al enemigo y cortarle la retirada hacia Chillán. Por su parte, los realistas, temiendo verse envueltos, se replegaron a dicha plaza. Bernardo O’Higgins quiso dar un ataque decisivo y avanzó con los infantes que defendían la batería que se hallaba bajo su mando, penetrando en las calles del pueblo y dispuesto a apoderarse de este. Estos patriotas eran atacados por todos lados, pero O’Higgins sostuvo el combate, esperando que le llegaran refuerzos. Sin embargo, recibió la orden de retirarse, pero sus hombres continuaron combatiendo, hasta que se vieron obligados a evacuar la plaza.

Este combate había durado desde el amanecer y hasta el medio día. Eran las cuatro de la tarde y cuando los patriotas pensaban en descansar, una columna realista salió del pueblo por su costado norte en dirección a una de las baterías de los patriotas, cuyos defensores se desorganizaron y retiraron. Efectivos de caballería patriotas trataron de atajar a los realistas, pero también fueron rechazados. Dicha batería corrió serio peligro, pero Bernardo O’Higgins, al mando de un destacamento de fusileros, acudió a ese punto para contener al enemigo. Allí se empeñó un combate entre tropas de infantería, apoyadas por los cañones de uno y otro bando.

En ese momento se sintió un fuerte estruendo y apareció una columna de fuego y humo. Un proyectil de cañón de los realistas había caído sobre una pieza perteneciente a la otra batería de los patriotas, comunicando ese fuego al respectivo depósito de pólvora, a los restantes cañones y a las cartucheras mismas de los soldados. Las pérdidas humanas y materiales fueron enormes. Los realistas aprovecharon la confusión consiguiente para apoderarse de la primera batería, pero fueron contenidos por tropas patriotas. O’Higgins apareció junto con su destacamento y contribuyó a apoyar esta resistencia, por lo cual los realistas se replegaron a la ciudad. Estos últimos fueron perseguidos hasta las calles de la población, pero ya anochecía y la oscuridad daba término al combate.

Los patriotas tuvieron cerca de doscientos muertos y un número parecido de heridos. También tuvieron pérdidas en sus municiones y demás recursos militares.


LIBRO RESCATA 300 AÑOS DE HISTORIA DE LAS TERMAS DE CHILLÁN

Por Carla Aliaga Higueras

Interior Libro
Autores: Alicia Romero Silva & Juan ignacio basterrica Sandoval.
Empastado, tapa dura - 504 paginas, - Papel couché mate 130 grs.
Primera edición 500 ejemplares numerados.

“En general, el juego siempre fue prohibido, pero en las Termas,  como era un lugar aislado, se jugaba mucho y había personas que apostaban harto dinero y a veces perdían fortunas completas. Cuando los iban a vigilar, para que no los pillaran, el camino era tan angosto y tan chico que cortaban un árbol, interrumpían el tránsito y así no podían llegar los fiscalizadores”, es una de las anécdotas que llamó la atención de Juan Ignacio Basterrica, investigador local, quien junto a la historiadora también chillaneja, Alicia Romero, registraron en 504 páginas la historia “Termas de Chillán. Aguas milagrosas”.

Si bien relatos como este no están registrados en el libro, sí son parte de las diferentes anécdotas con las que se encontraron los autores de esta obra que lleva al lector a viajar al pasado, entre los años 1674 y 1963, período en donde se concentra la investigación.


“Durante muchos años me aboqué a reunir material iconográfico sobre las Termas de Chillán, con la inquietud de publicarlo algún día, para compartir ese patrimonio regional. Un tiempo después, conversando con Juan Ignacio Basterrica, nos dimos cuenta que ambos poseíamos una colección de postales y fotografías sobre Ñuble, entre ellas del centro termal. Él, un coleccionista mayor, también quería compartir su patrimonio. De allí nació la inquietud de investigar juntos”, relató Alicia Romero, ganando un Fondart, en la línea de Patrimonio cultural en el ámbito regional, de la convocatoria año 2016 del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Portada libro

Aguas curativas
 El polo de atracción de las  cordillera ñublensina fue, desde un principio, sus aguas  cargadas de minerales, capaces de curar las enfermedades. De esto se enteró la comunidad internacional, que no tardó en llegar hasta el lugar de las “aguas milagrosas”.
“Chillán era considerado la cuna de la salud perdida, aquí se venía con la ilusión de la mejoría y para eso, había que pasar por un viaje complicado para el enfermo. Aparece en el libro la evolución del viaje, del establecimiento, de la sociabilidad”, revela Juan Ignacio Basterrica.

Alicia Romero, por su parte, explica que “el proyecto fue orientado a rescatar un patrimonio inmaterial de la actual Región del Bío Bío, de un centro termal con 400 años de historia, el cual tiene una gran significación regional y nacional para la salud y el turismo”.


“Termas de Chillán. Aguas milagrosas”, fue prologado por Pedro Pablo Zegers, director de la Biblioteca Nacional.

LÓPEZ, EL MAYOR HOMICIDA EN LA HISTORIA DE CHILE ERA DE ÑUBLE.

Por Felipe Ahumada Jegó

Quizás cuántos Bartolo había en el Chillán de 1903, 
pero ese nombre tan común en esos años 
era la única pista que tenían los oficiales de la prefectura de Ñuble, 
para dar con quien sería el mayor asesino de la historia de nuestro país: 
Juan de Dios López.

Juan López, es retratado muerto (6) junto a la banda.

Para la policía fiscal y aún no profesionalizada de la época, su captura era una obsesión debido a que se le responsabilizaba por la muerte de al menos 16 personas entre baqueanos, comerciantes, agricultores, policías y un juez, además de a lo menos cuatro violaciones e innumerables robos a mano armada.
La historia de quien fue conocido como el “Capitán de Bandoleros” desde el Maule hasta Valdivia, “ha sido documentada en parte en el libro Chillán Viejo, Cuna de Héroes y Madriguera de Bandidos, de Vicente Recabarren y por el escritor Modesto Segundo Pascual, del que poco y nada se sabe”, advierte el historiador de la UBB, Alejandro Witker.
Pero si los datos recopilados de los archivos del Cuerpo de Gendarmes  de la época, son correctos, sin duda este criminal nacido en el Fundo San Vicente de Bulnes hace exactos 140 años de hoy, estaría a la cabeza de los principales homicidas en serie de nuestra historia.
Ese nefasto ranking lo secundarían el agente de la dictadura militar, Álvaro Corbalán, con 15 homicidios acreditados, por los que se le condenó a100 años de cárcel en Punta Peuco.
Luego, Julio Pérez Silva, el violador de Alto Hospicio, condenado en 2001 por 14 delitos de violación con homicidio de mujeres de entre 14 y 45 años.
Más atrás están los excarabineros Carlos Topp Collins y Jorge Sagredo, -los “Sicópatas de Viña del Mar”- fusilados por ser los autores de 10 homicidios y cuatro violaciones; y  Catalina de los Ríos y Lisperger, “la Quintrala”, a quien durante el siglo XVII también se le imputó la muerte de diez personas (aunque no por mano propia) y varios delitos de tortura y amputaciónes sin que jamás se le castigara penalmente.
Por último, están Jorge Valenzuela Torres, el “Chacal de Nahueltoro” (otro ñublesino), autor de la muerte de su conviviente y la de sus cinco hijos en 1960, lo que le significó ser fusilado en Chillán; y el ciudadano francés Emile Dubois quien entre 1905 y 1906 asesinó a cuatro personas, entre ellos al primer alcalde de Providencia y otros tres comerciantes alemanes en Valparaíso, según él, por dedicarse a la usura. También fue fusilado.

Los muertos de López
Eran las 9 de la mañana del 22 de febrero de 1903 y lo que el prefecto provincial de Ñuble y sus hombres habían averiguado tras capturar a uno de los secuaces de López, es que éste se había refugiado en la casa de un tal Bartolo en Chillán.

Prefecto Juan Alberto Arce

El prefecto, Juan Alberto Arce, sabiendo que el forajido los había burlado en innumerables oportunidades e incluso arrancó de todas y cada una de las cárceles de Ñuble, Maule y de la provincia argentina de Neuquén, posicionó un escuadrón en Collín con Pedro Aguirre Cerda, fuera de la conocida curtiembre que funcionó hasta los 80 en Chillán.
Fue en esa misma esquina donde cometió su primer homicidio, con 15 años de edad, tras salir bajo fianza de su primera reclusión, a la que cayó por robo de ganado. Con una piedra, le partió la cabeza a un comerciante de frenos y espuelas a quien le sustrajo su mercancía y 95 pesos de la época.
Otro contingente lo esperaba en el llamado puente Los Chanchos, (Avenida España con Argentina), puesto que generalmente huía a la cordillera para esconderse con sus bandoleros, quienes por cierto le tenían un miedo supremo, según el autor del libro.
Ellos fueron testigos del homicidio de un guardia de seguridad en calle Carrera, en 1901, quien intentó evitar que entrara a robar en la casa de Sabina Navarrete dueña del prostíbulo al que López y compañía solían acudir.
De hecho, eran las mismas prostitutas quienes le entregaban datos sobre comerciantes que portaban dinero, o de cajas fuertes ubicadas en las casas de sus clientes beodos y boquifloja.
Al año siguiente se despachó al comerciante Cristóbal Contreras, a quien asaltó a días de su matrimonio en su casa en San Nicolás, ocasión en que además le reventó la lengua y los ojos con un punzón caliente a los trabajadores del recién casado, para que no pudieran reconocerlo.
Para el historiador y experto en la historia de la delincuencia en el Bío Bío, Gustavo Campos, “esa forma de proceder era clásica de los cuatreros de la época, recordemos que el crimen rural siempre ha sido más salvaje y cruel que el que hay en los sectores urbanos”.
También en 1902, mató a un sargento de Pemuco que trató de evitar el robo a la casa de un comerciante. Meses después, esta vez en El Carmen, esperó paciente en una calle hasta encontrarse de frente con el juez de Subdelegación que llevaba una investigación en su contra, para fulminarlo a tiros y huir.
La lista de víctimas fatales se extiende con nombres de comerciantes y vendedores quienes fueron asaltados a la salida de tabernas o cuando cruzaban hacia Argentina para vender sus productos, o bien cuando volvían con las ganancias.
A esas alturas, la mayoría de los comerciantes cordilleranos simplemente optaban por pagarle un peaje al asaltante antes que terminar muerto o mutilado, y perderlo todo. La policía lo buscaba impotente.
Juan de Dios López contrajo matrimonio en Chillán, haciéndoles creer a la novia y a sus padres que era un comerciante argentino llamado Juan Javier Aldunate, esto para esconder que ya se había casado en Neuquén, sin embargo el primer suegro al conocer los pergaminos de López lo echó de la casa, razón por la que meses después volvió con sus secuaces y lo asesinó a puñaladas.
De esta forma, las presiones por su captura también llegaban del otro lado de la cordillera.
Para Witker, resulta complejo acreditar o desacreditar tales cifras y relatos “porque los cronistas de esa época no eran tan rigurosos. Pese a que Modesto Pascual no lo conozco, sí ubico el trabajo de Recabarren y él si me parece un escritor serio. De todas formas, el actuar de este bandido López no es de extrañar en esa ápoca”.

Muerte, valor y honor
Un tercer grupo de policías aguardaba en la entonces llamada calle Talcahuano, hoy Arturo Prat, por si intentaba huir hacia Los Ángeles, donde cometió uno de los delitos que más terror causaron en la zona.
Con sus dos principales compinches, Hipólito Campos (analfabeto y de una fuerza descomunal) y Tiburcio Guzmán (letrado y pequeño) llegaron a la casa de un agricultor identificado solo como “N”, quien al principio los confundió con unos parientes por lo que salió en su encuentro.
Encañonado volvió a la casa y tras obligar a sus hijas a cocinar para ellos, les robaron $1.500 de la época (una fortuna) y violaron a las mujeres frente a sus ojos.
“Con esto ya perdió hasta el apoyo de los rurales, quienes solían celebrar los robos y engaños a sus patrones, comunmente tiranos. En esa época, los rurales le tenían cierta simpatía a los bandoleros, pero a los violadores y a quienes golpeaban ancianos, que también era el caso de López, sencillamente les parecía satánico”, apuntó Campos.
Fue un sargento quien llegó con el dato que un tal Bartolo Baeza era amigo de López y fue en su casa de calle O´Higgins donde encontraron el caballo negro del fugitivo. Pero el bandolero no estaba.
Y otro oficial que participó de la captura de sus dos fieles compinches semanas antes, recordó que se hacía llamar Juan Javier Aldunate y que se había casado bajo el delito de bigamia con Jenoveva Alanís, domiciliada en calle Carrera.

Capitán Sartorio Yáñez

Dejando los caballos a dos cuadras de distancia de esa vivienda, fueron a pie. Cuando el prefecto Arce daba las últimas instrucciones para perpetrar el allanamiento, el subinspector Sartorio Yáñez, advirtió ruidos en la casa por lo que avanzó primero. Justo cuando estaba por llegar se abrió la puerta y un joven veinteañero salía de ella.
Le puso la mano en el pecho y la pistola en la cara y nervioso gritó: “¡Acá está el bandido, mi comandante!”.
López se lanzó al interior de la casa y trabó la puerta, el tiempo suficiente como para que sus moradores huyeran. Antes que él pudiera escapar, fue atrapado otra vez por Yáñez quien le hirió la cabeza con la empuñadura del arma, lo que no evitó que el bandolero diera tal lucha que envió a varios oficiales al suelo solo con sus puños.

Fatigado, herido y en desventaja numérica, fue reducido y llevado al calabozo.
Días después, cuando tras confesar 16 muertes, cuatro violaciones y su bigamia, prometió llevar a la policía a su guarida para entregar sus caballos, las monturas y las armas. Pero en el trayecto, saltó del carro y maniatado corrió buscando que le dispararan.

“Mátenme si quieren, pero a la cárcel no me voy”, les dijo el día de su arresto. Un balazo certero cumplió su deseo.

La leyenda terminaba así, en marzo de 1903. La policía recuperó gran parte de lo robado, caballos y armas, entre ellas, una que en su empuñadura tenía la leyenda “no me saques sin valor, no me guardes sin honor”.
El profesor Campos, finalmente advierte que “pese a que el temor popular solía atribuir cualquier muerte al personaje más temible de la época, como ocurrió con el Chacal de Nahueltoro al que al principio le imputaron otros homicidios que nunca cometió, acá lo destacable es que López sí confesó, porque él no buscaba salvarse y eso sí acredita el relato”.

La única foto que hay de López es una donde aparece muerto junto a otros detenidos vivos. Macabro tal vez, pero la necesidad de demostrarle a Chile que el terror de la montaña había muerto era, al menos para la policía, una urgencia que no admitía delicadezas.